26 octubre 2010

Así fue el estreno de Masuno en Escena en la Tabacalera


CRÓNICA DEL 15 OCTUBRE 2010
UN CONCIERTO DE CUMPLEAÑOS

Era asombroso que, en la esquina oscura del jardín, pasada la tela negra y la lamparilla, había en la sala tanto silencio. Porque toda la Antigua Tabacalera estaba llena de feria, gentes variadas, en lugares diversos, con músicas y actividades dispares, y barbacoas y banderines, pintadas por todas partes y mucho tráfico. He dicho sala. Gran sala de conciertos, diríase. Pues era un venerable monumento al trabajo y la explotación, a punto ya de perderse y de remodelarse. Un hangar de altos techos y algún resto de grúa, unos trapecios recogidos, unas paredes de bellísimos desconchones y un público absorto a unos sonidos delicadísimos, detallados, conversando en susurros sus timbres contrastados y proyectando unos inmensos espacios de desiertos y ciudades en niebla y países… y… cada cual con sus visiones y audiciones.

Wade al centro, al ordenador, en charla sonora con Luis Tabuenca, percutiendo. Después de varios intercambios y un abrazo, todo sonoro, el saxo de Artur Vidal. Recuerdo sus mágicos agudos dulces y larguísimos, expresivos. La concepción del concierto siguió así. El anfitrión y reciente cumplidor de años siguió en el centro, y sus amigos fueron pasando. Julio Camarena (guitarra preparada) le acompañó dando sonido a unas transparencias que Adam Lubroth proyectaba y hacía danzar, con pulso de cameraman de colores y siluetas.



Después de una pausa que animó y regaló, comiendo y bebiendo, Mari Cruz Planchuelo, bailando la música de Alessandra Rombolá, con sus flautas y losetas y cosillas, conchas, arenas… y de Wade, fue un goce de imaginación, flexibilidad y recursos expresivos. Hubo argumentos, articulaciones y alegría.

De cuando en cuando, ladraba el perro.



Y un último acto: uno a uno, cada uno un rato, fueron pasando, empezando por Ken Slaven, con su violín e instrumentos exóticos brasileños, con sabor, ritmo y presencia escénica. Todos los demás, se fueron añadiendo, en una final que tuvo alguna cima, un tutti, como no había habido en toda la tarde, y varios silencios, luego, a punto de convocar el fin y los aplausos, que no, pues eran seguidos por más conversación, “ha pasado un ángel”, se dice entonces, y otra vez… hasta el final. Me pareció, que en el numeroso público había en todo momento un gran bienestar. Circulaba.